7 de diciembre de 2009

Parte I

Post Scriptum (permítanme llamarlo asi, si ya se que va al final. Se trata de una suerte de prólogo, palabrita con la que no simpatizo mucho para este caso, puesto que no se trata de un libro sino de un cuento con varias partes).

Este cuento ya tiene casi un año y medio sin ver la luz. Creo que se trata de una de mis obras más puras, ya que un día cualquiera, un día como hoy; me levanté y empecé a escribir. La microfibra (¡Que moderno!) se desplizaba suavemente por el papel de la moleskine sin saber muy bien que estaba escribiendo. No tuvo demasiadas correcciones, sino que fue un tirón: apareció un día, él me eligió a mí para que yo lo plasme. Algunos lo llaman la musa, el daimon, los fantasmas; ese algo que aparece excepcionalmente y nos impulsa a escribir cuando estamos relajados. Y es el mismo algo que te caga la vida cuando debés escribir y ves la hoja en blanco cual heladera vacía cuando hay hambre (jaja). Algunas personas pueden pensar que el escrito es autobiográfico o al menos semi-autobiográfico. Otras pueden sentirse identificadas con los personajes. No se trata de un intento autobiográfico sino de trazar generalidades ¿quién no se vió alguna vez en dilemas asi?. Varias veces pasaron estas situaciones a lo largo de la vida; antigüas y amargas, contemporáneas y esperanzadas. Ya pasó un año y medio y todavía no escribí el final. Quizá se trate de situaciones que no tienen un desenlace esperable. Quizá por alguna razón vuelvo a leerlo cada tanto, y hoy decidí publicarlo. Quizá nunca pude experimentar u observar un desenlace a tales situaciones. Quizá la próxima vez que encuentre al daimon pueda ensayar distintos finales, siempre abiertos, como una historia sin final.


M. G.
-I-

Él la encontraba una vez más, sumida en sus cavilaciones.
- ¿Por qué no te quedas conmigo, Mujer? Él puede hacer cosas terribles, ya has tenido oportunidad de comprobarlo. Ya has visto como puede arrancar tu corazón de tu cuerpo, secar la sangre de tus venas, deshollarte viva; y sin embargo sigues deseándolo.

- Es terrible, de verdad –dijo Mujer- creo que mi corazón no podría resistirlo nuevamente. La angustia le impedía respirar, el dolor le impedía existir. Incluso ahora, que ha pasado tanto tiempo, puedo sentirlo por las noches como agujas, frías como el hielo.

- Quédate conmigo –le propuso Miedo- y nunca más volveras a sufrir.

- Amor es tan hermoso, tan irresistible. Pero es también tan peligroso.

Miedo sabía que había llegado al centro del asunto, que si jugaba bien sus cartas en este momento, podría quedarse con Mujer.

- ¿Vale la pena entonces, toda una vida de penas, a cambio de un minuto en el paraíso?

El ambiente se sumió en un silencio, Mujer tardó un momento en contestar, pero cuando finalmente lo hizo, no tenía un pensamiento instituido.

- No lo sé.

- ¿Qué quieres entonces? –Preguntó Miedo

- Quiero sanar, de verdad lo necesito. Quiero verme en los ojos de Amor. Él todo lo sana.

- Pero Amor todo lo destruye, y mucho más de lo que sana.

Hubo nuevamente un silencio. Mujer sabía que Miedo tenía razón, sentía que poco a poco le ganaba, y que debía hacer algo.

- Es cierto. –dijo finalmente.

- Entonces, no lo desees. Quédate conmigo.

Entonces Mujer finalmente lo comprendió. Tal vez sólo necesitaba Presión para que Razón comience a tomar partido. No podía seguir así. No podía seguir tironeada, entre Miedo y Amor. Debía decidir, ¿quién ganaría a Mujer? ¿quién caería?.

Entonces escucho una voz, que no escuchaba hacía tantísimo tiempo. Era Valentía, que aunque callado, siempre había estado con ella. Era el momento de actuar. Mujer cerro sus ojos y pensó en Amor; en Valentía que le suministró su espada. Abrió sus ojos nuevamente, ahora lo veía muy claro, claro como un lago cristalino en una tarde soleada de verano. Respiro profundamente, pensó que quizá sería la última vez. Asió su espada con fuerza, y al grito de “¡Te mataré Miedo!” arremetió en contra de quien siempre había sido su enemigo
.


Ver Parte II

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